martes, 30 de junio de 2009

Los coffeshops

Más de un desprevenido habrá entrado sin querer, sin saber a qué se enfrentaba. Seguramente más de uno ha sido un férreo opositor del uso de drogas, un puritano. Yo creo que es un chiste de estos holandeses, eso de ponerle el nombre de coffeeshops a los lugares donde se vende, legalmente, cannabis sativa (marihuana y hachís). Se vende y se puede fumar, claro está. Yo sé que el tema es famoso, pero con ese nombre, seguro algún despistado habrá caído en la broma. "Una café, por favor... oye ¿qué es ese olor dulzón'". Pero es que no es solo el nombre el que despista; muchos de ellos no son antros oscuros y llenos de drogadictos como se imaginan algunos, sino limpios y bien decorados lugares.

Yo, por ejemplo, llevo varios meses acá, y el primer coffeshop al que entré era de ese estilo. Estaba en otra ciudad neerlandesa, visitando a las hermanitas P. y A. Pues resulta que a su amigo A2 le habían contado que la malteada en cierto coffeeshop era "mejor que las del Corral", en términos bogotanos de clase media-alta. No le pregunté quién le había contado ni si sospechaba que ese gusto debía tener como origen el monchis. El caso es que P. y A. nunca habían probado la marihuana: tampoco lo hicieron ese día. Fuimos al coffeeshop, pedimos como si estuviéramos en un diner gringo (las malteadas y hamburguesas) y charlamos un rato. Las malteadas y las hamburguesas estaban bien, pero nada espectacular, lo que reforzó mis sospechas de la relación entre calidad de la comida y calidad de la traba. Olía un poco a marihuana, pero no mucho; en una mesa jugaban parqués mientras consumían su cacho. Es extraña esa sensación cuando hay verdadera libertad.

Pero, en realidad, la libertad no es total. Otra amiga, J., fue por primera vez a un coffeeshop. Supongo que por asociación mental o quizás debido a los nervios que dan cuando te confrontas con una libertad y una conciencia ligeramente represora, quería tomar una cerveza antes de emprender su viaje de humo y risa. Así que, claro, pidió una cerveza. No es esperaba el regaño que se venía: en los coffeeshops no se vende alcohol (lo que, creo explica en parte su nombre: no venden alcohol sino café. Aunque acá los lugares llamados "café" son bares... no entiendo este país). Otra extraña sensación, esa de enfrentarse con una verdadera regulación: fuma pero no tomes a la vez, toma pero no fumes.

Esta política no es enteramente del acuerdo de todos pero tampoco hay mayores problemas. Ace poco, sin embargo, creo haber entendido que prohibieron vender hongos, pero como no sé leer holandés, me puedo haber inventado todo. He visto coffeeshops sórdidos y otros bonitos, hay atención personalizada, juegos de mesa, lugares para turistas, otros para estudiantes, algunos más lóbregos para gente de clase social más baja. Y nadie pelea. Es lindo.

jueves, 18 de junio de 2009

Sachsenhausen 3

Y todo ello queda en la vida, en el presente, en los recuerdos que luchan contra el lento olvido.

(Si se tratara de una metáfora, ya no sé si la llovizna sobre Sachsenhausen son los recuerdos que se niegan a dejar secarse la sangre en el suelo o si las gotas son los intentos de negar, de minimizar, de relativizar, de explicar)

Rosas de recuerdo a prisioneros políticos, a judíos, a miembros de la resistencia de muchos países que fueron encerrados en la cárcel del campo y allí murieron.













Visitas guiadas para no olvidar, con banderas de Israel, donde la política de Estado parece ser olvidar, no perdonar y no aprender. Convertirse en racistas hijueputas contra otro pueblo. Menos mal allá también hay divergencias políticas y resistencia.

Estatuas, velas, monumentos, placas que recuerdan.

Y el recuerdo más grande y más vivo de todos: Sachsenhausen.

>Sachsenhausen 2<

Era un campo de concentración y no de exterminio.
Era un campo de trabajo forzado y no de exterminio.
Era un campo de trabajo esclavo para las industrias de las SS y no de exterminio.

Y, sin embargo, hay testimonios de una pequeña cámara de gas, de un lugar construido expresamente para asesinar fácilamente, de hornos crematorios. Testimonios orales y escritos. Lo más asqueroso para el visitante, lo más espeluznante, son los restos físicos.

De los hornos.











De las paredes.











Ladrillos torcidos, ruinas como de ciudad antigua, paredes hundidas, grietas en el piso.



Eso fue todo lo que quedo de la soberbia de ustedes, racistas hijueputas.

martes, 16 de junio de 2009

Bloomsday

(Work
in
progress)

Leiden, Nederlands
fuente: www.let.rug.nl/.../images/blaeu/leiden.jpe

Cicla, cicla, bicicleta.

Se trata de salir de la casa en búsqueda de una bicicleta, porque andar sin ella es mostrarse extranjero. Y nadie quiere ser extranjero. No de esa manera.

Así que camino a paso rápido, rescato la bicicleta de C. (ayer lo había intentado pero, cosas que pasan, me llevé la llave del candado que no era) y regreso en ella, sintiéndome como un verdadero neerlandés. Es más elegante que la mía, voy sentado leyendo letreros de sentido incierto e intentando esquivar todos los desniveles. Vale la pena.

Después de tratar de entener un formulario en alemán, cambio a mi bicicleta y voy a la biblioteca a recoger libros y ver a A. Salimos caminando, ahora como un local que brinda hospitalidad a un extranerjo: el solo, yo con mi bici. Soy el rey de Leiden, el staathouder, alguien que sabe qué ocurre. Bueno, aunque al pedir las cervezas sea A. quien hable en el idioma local y yo en la linga franca.

Más bici, con C., a imprimir lecturas, llamar al D. con datos de unos compus, leer anuncios de habitaciones para tantos que buscan (A., R., otra A., quizás N. y N.) y de vuelta a las dos ruedas. La elegante de C. está empezando a molestar; no sé si es un piñón o la cadena. La mía, de holandés rechazado o rebelde, anda bien pero suda a extranjero. No sirve.

domingo, 14 de junio de 2009

Sachsenhausen 1


Después de la perplejidad viene la acción. Así que, con la nueva información del pasado familiar, con el enorme respaldo de C. y con más familia a bordo, decidimos ir a conocer un campo de concentración. Uno. Alguno. Comoe ra lo punico posible, fuimos al más cercano a Berlín: a menos de una hora en el tren de cercanías,a las afueras de un pueblito llamado Oranienburg. A la vista de los vecinos. Las indicaciones decían que fue un campo de concentración y no de exterminio. También resaltaban que era un campo pequeño.

Hay muchas cosas por decir, pero lo que me impactó fue su tamaño. Es absolutamente inmenso, y eso que una buena parte de lo que fue el campo (con barracones militares, fábirca y dársenas propias, jardines y campos de práctica para los SS y demás) ya desapareció. Pero caminamos y caminamos tras las huellas de cientos de miles de comunistas, judíos, homosexuales, socialistas, testigos de jehová, romaníes, prisioneros soviéticos. Cientos de miles de diferentes. Cifras que suenan vacías y que no logro meter en mi cabeza; pero las dimensiones del campo, el cansancio al caminarlo como turista, la insistente llovizna y, sobre todo, la sensación de desolación, dejan una impresión sobrecogedora pese a que creo que no son sino una huella de polvo sobre la superficie de lo que allí pasó.

Y Sachsenhausen es un campo pequeño.

domingo, 7 de junio de 2009

Mein Berlin

Berlín. Memoria. Pasado.





Mucho silencio ha escondido lo que pasó con una parte de mi familia, la que me ata a lugares que no conozco, a cosutmbres e ideas que no entiendo. Es una parte de mi pasado que se filtra por algunas grietas y nos hace,a mi y a mi familia, ligeramente distintos. Grietas como las que hay en el memorial a los judíos muertos en europa, en Berlín.







Dora Lewin nee Fabian was born in 1892. Prior to WWII she lived in Berlin, Germany. Dora perished in Riga, Latvia.

Dora Lewin nee Fabian was born in Wriezen in 1892. Prior to WWII she lived in Berlin, Germany. During the war she was deported with Transport from Berlin to Riga on 27/11/1941. Dora perished in the Shoah.





Son voces rotas, recortes de prensa, alguna flor olvidada en un libro. Hilachas de una memoria resquebrajada.


¿Cuántas pertenecerán a ese pasado?


¿A qué pasado pertenece mi memoria?

miércoles, 3 de junio de 2009

Descansando


Un colombiano pedestre en la capital europea. Calles con nombres en dos idiomas. Tranvías que compien con buses. Alquiler de bicicletas. Familia, amigos y cientos de miles de desconocidos. Largas tardes de sol.



Recuerdo una vieja palabra: todo es estupendo.